Me gusta, me gusta en una mañana del verano, cuando están pronosticadas las posibilidades de lluvia y el tiempo ha refrescado, adentrarme a través de las carreteras del interior de nuestra provincia, por el monte, y perderme. Vagando por unas y por otras voy redescubriendo y descubriendo paisajes únicos, cada parte de este país tiene sus características, y los nuestros, los de la provincia de Castellón son encantadores. Carreteras arriba, ahora hacia abajo, curvas que parecen cambios de sentido, paisajes de pronto agrestes y áridos, de pronto verdes, una casa abandonada en ese valle, los restos de un castillo en lo alto del otro monte, cuánta historia. Quisiera sacar fotografías no del castillo sino de su historia, atrapar las vibraciones del lugar, hacerlas mías y sentirlas.
Cuántos lugares no comunicados entre ellos, vecinos de a pocas distancias que no han llegado a conocerse, salir del pueblo lo era a lomos de las caballerías. Pero un día llegó la técnica y el esfuerzo del hombre y todo cambió, se rompieron montañas, se hicieron puentes sobre valles y nos dieron la oportunidad, a los que no pertenecíamos a esos lugares, de disfrutar de las vistas que la naturaleza les brindaba en exclusiva.
Y esta mañana fue una de esas, abrigado protegido del fresco de la mañana me perdí. Y encontré frente a mí un bonito pueblo, cogido a los pies de las montañas, y en sus puertas la encrucijada de carreteras. Hacia a dónde sigo?, qué más hoy quiero ver?, más, más, pero el reloj me recuerda que quedan unos muchos kilómetros de carreteras de montaña para el regreso a casa, hay que comenzar a ver cuáles son las que me devolverán a mi Roma.
Saludos, habitantes de Algimia de Almonacid, embriagaros de la belleza de vuestros lugares y cuando veais pasar por vuestras carreteras a un motero sin prisas pensad que quizá es alguien, que como yo, está pretendiendo enriquecerse con el disfrute de vuestros paisajes.
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