ESPAÑOLES EQUIVOCADOS
El inconsecuente discurso
de nuestra clase política de izquierdas, la poca consistencia de un
centro derecha vergonzante e incoherente, y la comodidad y molicie de una
juventud española, acostumbrada a reivindicar sus derechos, olvidándose de sus
deberes y obligaciones éticas y morales, nos han llevado a este imperdonable
equívoco.
Y lo más lamentable de todo ello, es que los responsables de
todo eso, somos las personas de mi generación, los que nos movemos en el
abanico de edad entre los 60 y los 80 años, que no hemos sabido explicarles
debidamente a nuestros hijos y nietos, lo que vivimos y lo que hicimos en su
día, para sacar a la España famélica de la postguerra para convertirla en la
octava potencia mundial.
Hubiera bastado que cada uno de nosotros se hubiera
preocupado de insistir cada día de su vida en su entorno familiar, lo que tuvo
que luchar, lo que tuvo que trabajar y en que condiciones, y el espíritu de
superación que nos movía hacia un futuro mejor, para evitar la debacle social
actual.
Nosotros nunca pensamos en lo que el Estado podía hacer por
nosotros, porque aquel Estado no podía ofrecernos nada, ya que nada tenía.
Pero en cambio ese simple hecho, nos motivaba día a día a
pensar en lo que nosotros teníamos que hacer por nosotros mismos, para salir de
aquella situación y como consecuencia de ello, sacar al Estado de la suya.
Y así, a fuerza de trabajo y esfuerzo, a fuerza de aportar
cada uno de nosotros nuestro grano de trigo (que eran 36 millones granos de
granos de trigo en aquellos tiempos) fuimos llenando un granero español, que
nos permitía comer más pan cada vez y de mejor calidad.
En vez de sacar las positivas conclusiones de lo vivido, nos
hicimos el propósito de que nuestros hijos y nietos nunca vivieran lo que
nosotros habíamos vivido, haciendo exactamente lo contrario de lo que debimos
hacer, y precisamente por eso tenemos una generación de jóvenes, políticos y no
políticos, que no aprendieron la lección que no se les dio.
No es que ellos no fueran a clase a ese día.
Los que no fuimos ningún día a dar esa clase, fuimos
nosotros, y eso lo van a pagar ellos.
Un “Estado de Bienestar”, se construye con la aportación de
todos los ciudadanos de ese Estado, cada uno en la mayor medida posible por su
parte, y a mayor aportación de todos, mayor
bienestar en ese Estado.
Y lo importante, es
seguir llenando el granero sin vaciarlo nunca, sino sacando el grano el viejo
por la puerta de salida, como máximo en la misma medida en la que vamos
reponiendo grano fresco por la puerta de entrada.
A ser posible, que el flujo de entrada sea siempre superior
al de salida en un porcentaje equivalente a la inflación, si queremos mantener
el mismo grado de bienestar.
Nada de eso hemos sido capaces de transmitir ni comunicar a
nuestras generaciones siguientes.
Y por eso, cuando en términos generales suele decirse en el
mundo “que los pobres, suelen ser los biznietos de los que fueron ricos”, en el
caso de España nos hemos comido una o
dos generaciones, y hemos conseguido empobrecer a nuestros nietos y quizás a
nuestros propios hijos, por haber sido excesivamente protectores con ellos
habiendo querido arrogarle a un Estado “nuevo rico”, la responsabilidad de
alimentarles, y llenarles de privilegios que ellos no se ganaron, porque
nosotros no les explicamos que era eso lo que debían de hacer, antes de
reclamar nada.
Y ese principio que es evidente de cara a un Estado español
arruinadísimo, también lo es de cara a un entramado industrial inexistente, por
obra y gracia de las constantes reivindicaciones de un sindicalismo mal
interpretado y peor gestionado.
Las empresas no son ni más ni menos que barcos llenos de
trabajadores, en cuyo puente de mando puede haber profesionales contratados por
la propiedad, e incluso propietarios en las pequeñas y medianas empresas.
Pero es fundamental para la buena navegación de la nave, que
desde el puente de mando se marque el rumbo adecuado y toda la marinería cumpla con su trabajo,
remando todos en la misma dirección.
Hasta hace poco, los sindicatos presentaban sus
reivindicaciones y se declaraban en huelga en el sector empresarial.
Ahora mucho menos, porque apenas quedan empresas.
Por eso se ha movido el afán reivindicativo hacia “Papá
Estado” que por obra y gracia de un socialismo descabestrado, se ha convertido
en el primer empresario del país a una distancia inalcanzable entre todos los
demás.
Y curiosamente, sólo
se le montan las huelgas, al Gobierno que viene a solucionar la situación que
otros causaron.
Lo lamentable, es que igual que esas reivindicaciones
irracionales destruyeron un entramado empresarial que logramos levantar las
personas de mi generación entre todos, estos pobres diablos son capaces de
destruir un Estado enclenque y debilitado, y conseguir que nos intervenga una Europa
fuerte y consistente, con lo que se acabaría todo.
Lo que nosotros construimos, y sus privilegios sindicales.
Porque en un Estado español, intervenido por Europa, no
tendrían cabida unos sindicatos que necesitan las subvenciones del estado para
sobrevivir, y mucho menos en un Estado arruinado por ellos mismos.
Sería muy conveniente que aprendieran la lección, ellos y el
Gobierno de Rajoy.
O Rajoy acaba con ellos, cortándoles el flujo de dinero que
necesitan para vegetar y arruinar a los españoles, o ellos acaban con Rajoy y
con la independencia de España como
miembro de la Europa Comunitaria.
Y tanto nuestros políticos de derechas como de izquierdas, y
nuestros sindicalistas son de la generación de nuestros hijos, salvo las “vacas
sagradas” de los sindicatos, que son todos casi de mi generación.
Pero esos, ni trabajaron, ni trabajan ahora, ni trabajaran
nunca porque ni saben, ni quieren……ni pueden, porque nadie les ofrecería un
trabajo, si dejaran de ostentar los cargos que ostentan.
Una cosa es ocupar un puesto de trabajo.
Otra es trabajar
dignamente en ese puesto, defendiendo los intereses de quien les paga, y los
suyos propios.
Eso ellos, en su egoísmo, no alcanzan a verlo.
Ellos dos tienen la última palabra, el Gobierno y los
Sindicatos, pero lo lamentable es que sus errores acabaremos pagándolos todos
los españoles.
Miguel Bataller
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